En qué creemos

Declaración Doctrinal

 

Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, que está inspirada divina y singularmente, que es absolutamente digna de confianza y que tiene autoridad suprema en todas las cuestiones de fe y conducta.

Creemos en Dios Padre, Creador del cielo y de la tierra, perfecto en santidad, infinito en sabiduría, sin medida en poder. Nos alegramos de que sea misericordioso con los pecadores, de que escuche y responda a la oración y de que salve del pecado y de la muerte a todos los que acuden a Él por medio de Jesucristo.

Creemos en Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, concebido por el Espíritu Santo, nacido de la Virgen María, sin pecado en su vida, que expió el pecado del mundo con su muerte en la cruz. Creemos en Su resurrección corporal, Su ascensión al cielo, Su intercesión sumosacerdotal por Su pueblo y Su regreso personal y visible al mundo según Su promesa.

Creemos en el Espíritu Santo, que vino de Dios para convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio, y para regenerar, santificar y consolar a los que creen en Jesucristo.

Creemos que todos somos pecadores por naturaleza y por elección, pero que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." Creemos, por lo tanto, que aquellos que aceptan a Cristo como su Señor y Salvador se regocijarán para siempre en la presencia de Dios y aquellos que se niegan a aceptar a Cristo como Señor y Salvador serán separados para siempre de Dios.

Creemos en la Iglesia, un cuerpo vivo y espiritual del que Cristo es la Cabeza y del que todas las personas regeneradas son miembros. Creemos que una iglesia visible es una compañía de creyentes en Jesucristo, sepultados con Él en el bautismo y asociados para el culto, el trabajo y la comunión. Creemos que a estas iglesias visibles les fueron encomendadas para su observancia "hasta que Él venga", las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor; y que Dios ha puesto sobre estas iglesias la tarea de persuadir a un mundo perdido a aceptar a Jesucristo como Salvador y entronizarlo como Señor y Maestro.

Creemos que la vida recta, las buenas obras y una adecuada preocupación social son productos esenciales del Evangelio.

Creemos que todo ser humano es responsable sólo ante Dios en todas las cuestiones de fe.

Creemos que cada iglesia es independiente y autónoma y debe estar libre de la interferencia de cualquier autoridad eclesiástica o política; que, por lo tanto, la Iglesia y el Estado deben mantenerse separados como poseedores de funciones diferentes, cumpliendo cada uno sus deberes libres del dictado o patrocinio del otro.